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Inspirar a otros, un increíble superpoder que la vida te concede

Desde el primer día, y mientras dura nuestra existencia, los seres humanos estamos en un permanente proceso de aprendizaje. Si bien hay etapas en las que aprendemos de manera consciente, premeditada, todos los días, sin falta, aprendemos algo. Y la mayoría de las veces lo hacemos a partir del ejemplo de otros, en especial de aquellos que nos inspiran.

Ahora, la primera pregunta que quizás te formules es ¿qué es la inspiración? Si nos atenemos al diccionario, corremos el riesgo de caer en la trampa de las musas. “Acción y efecto de inspirar o inspirarse”, “Estímulo que anima la labor creativa en el arte o en la ciencia” o “Sentirse motivado por alguien o algo para el desarrollo de su propia creación” son algunas acepciones.

Para efectos de este contenido, del mensaje que he preparado para ti, me identifico con esta última. Estoy convencida, por las experiencias que he vivido, de que la inspiración es la chispa de la motivación, el aliento de las musas despertando sueños e ilusiones y, también, ese motor que no debería faltar para alcanzar metas. La inspiración es el combustible de la motivación.

En la niñez, principalmente, porque este proceso nunca se termina, adoptamos como fuente de aprendizaje aquello que vemos de las personas que nos rodean. Nuestros padres y demás familiares, amigos y maestros, nos inspiran, es decir, nos motiva. Son una referencia, un modelo que anhelamos imitar: “Cuando grande, quiero ser como tú, papá/mamá”, decimos.

También, y más en este mundo globalizado, están los modelos que transmiten los medios de comunicación (televisión, cine) e internet (redes sociales, principalmente). Que muchas veces no son los adecuados, porque nos impulsan a inspirarnos en figuras o personas que carecen de valores, que no se guían por los principios para actuar, que no son una buena influencia.

Así mismo, hay otras fuentes de inspiración: un libro, una canción, una obra de arte, un lugar o una actividad como practicar deporte, bailar o cocinar. En suma, la inspiración está en todas partes, está al alcance de cualquiera, pero irónicamente nos pasamos la vida buscando una inspiración. Y no la encontramos por una sencilla razón: la buscamos donde no está.

¿Eso qué quiere decir? Que, al igual que con la felicidad o el éxito, nos equivocamos al buscarla en el exterior cuando en realidad está en nuestro interior. Dicho en otras palabras, es una construcción propia que, si bien sigue el ejemplo de otros o imita el modelo de otros, debe ser adaptada a lo que somos porque de lo contrario irá en contra de nuestra esencia.

¿Un ejemplo? Entendiendo la inspiración como la motivación requerida para conseguir algo, si comienzas un régimen alimenticio sano todo lo que necesitas estás dentro de ti. ¿A que me refiero? Disciplina, autoestima, amor propio, autoconocimiento. Es conveniente que recibas la ayuda de un profesional idóneo que te guíe, que te evite errores, pero lo demás está en ti.

Esa es la razón por la cual tantas personas se fijan en sus propósitos de año nuevo “ir al gimnasio” o “rebajar de peso”, metas que se diluyen con rapidez. ¿Por qué? Falta autoestima, falta amor propio, falta disciplina, falta autoconocimiento para saber que, por ejemplo, mejor que ir al gimnasio lo tuyo es salir a montar en bicicleta o ir a la piscina a nadar. ¿Entiendes?

Ahora, es conveniente tener en cuenta otro factor: no es posible tener motivación todo el tiempo, no estamos inspirados todo el tiempo. ¿Por qué? Porque la vida es así, un constante ir y venir, subir y bajar, caer y levantarse. Un día nos levantamos llenos de energía, positivos, y en cualquier momento un pequeño suceso nos cambia el curso y terminamos aburridos.

Además, la inspiración va y viene también porque nos distraemos, porque perdemos el foco de lo que deseamos. ¿La razón? Bien puede ser que se trata de algo que no deseamos con la pasión necesaria y perdemos la motivación ante la primera dificultad que se presenta. Bien sea también porque en el camino encontramos algo distinto que atrapa nuestra atención.

La mayoría de las veces, sin embargo, es porque nos dejamos llevar por las emociones, esas traviesas, caprichosas y traicioneras señoritas. Acumulamos emociones relacionadas con ese objetivo que nos trazamos, que se convierten en una pesada carga que tarde o temprano nos abruma. Es, entonces, cuando permitimos que los pensamientos negativos nos invadan.

Y ahí se acaba la motivación, se ahuyenta la inspiración. Como decía el pintor español Pablo Picasso, “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. ¿Eso qué significa? Que para que la inspiración pueda convertirse en el motor de tus sueños requiere que tú seas tierra fértil, que estés preparado para recibirla y, sobre todo, para realizar las acciones necesarias.

La inspiración está conectada con lo que te apasiona, con lo que amas hacer. ¿Cocinar? ¿Escribir? ¿Jugar tenis? ¿Enseñar a otros? No importa. Sea lo que sea que te apasiones, cada vez que necesites esa ayuda extra, una dosis de inspiración, solo tienes que mirar dentro de ti, en lo profundo de tu corazón, y allí encontrarás lo que requieres. Después, ¡aprovéchalo!

Debes saber, así mismo, que la inspiración por sí misma no te servirá si no haces lo que cada situación o reto te exige. Por ejemplo, no basta con ver videos de cómo se prepara un salmón ahumado: tienes que ir a la cocina y prepararlo. Quizás a la primera no te funcione, se queme o te quede crudo; no importa. En la medida en que insistas, tarde o temprano lo lograrás.

Y lo mismo sucede para todas y cada una de las metas que te traces en la vida. ¿Aprender otro idioma? Se puede. ¿Estudiar otra carrera? Se puede. ¿Conseguir el trabajo soñado? Se puede. Y así sucesivamente. La motivación como manifestación de la inspiración es una fuerza muy poderosa que, como el cerebro o los músculos, se fortalece y potencia si la usas más.

Tus sueños, por ejemplo, son una fuente de inspiración: te motivan a luchar por ellos, a dar ese plus que se requiere para salir de la zona de confort y obtener lo que deseas. Aunque quizás ya te hayas dado cuenta, lo remarco: la mejor aliada de la inspiración es la transpiración, es decir, el trabajo. De nuevo: inspiración sin acción no es más que un impulso transitorio, efímero.

Veamos un ejemplo clásico de lo que la mayoría piensa de la inspiración. ¿Tu crees que Vincent van Gogh habría logrado dejar un legado tan rico solo con inspiración? No, por supuesto que no. Fueron muchas las horas, muchos los días, dedicados a trabajar, a pulir los detalles de sus obras hasta dejarlas tal y como quería. Pintó más de 800 cuadros y unos 1.600 dibujos.

Y no importa qué modelo tomes, te darás cuenta de que es una constante: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”, como bien lo dijo Pablo Picasso. El escritor colombiano Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura en 1982, solía decir que su trabajo consistía “un 99 por ciento de transpiración y un 1 por ciento de inspiración”.

Lo que quieras de la vida, no importa cuán ambicioso sea ese deseo, es posible de conseguir. Requerirás conocimiento, desarrollar algunas habilidades básicas, práctica y ese plus que te da la inspiración. Que, lo repito, está en ti, es una fuerza poderosa incorporada en tu configuración original. Solo tienes que descubrirla, activarla y aprovecharla.

Ahora, un apunte importante: para aprovechar la inspiración, es necesario que tu cabeza y tu corazón estén en calma. En medio de las tormentas de la vida, de las dificultades y conflictos del día a día, la inspiración se esfuma. ¿Por qué? Porque en un ambiente agitado, tu cerebro y tu corazón están distraídos, sensibles, y no son aptos para recibir el mensaje que envías.

Los doctores Todd M. Trash y Andrew J. Elliot, que han estudiado a profundidad la inspiración, establecen unas características comunes en las personas que hacen uso del poder de la inspiración. Son factores, comportamientos y rasgos de personalidad que las diferencian del resto y que, en especial, les permiten conseguir logros que, para la mayoría, son inalcanzables.

Veamos esa características:

1.- Son de mentalidad abierta. Están dispuestas a vivir nuevas experiencias, sobre todo del tipo que les dé la posibilidad de aprender, de sentir cosas distintas, de interactuar con otros

2.- Son muy activas. La inspiración, al contrario de lo que piensan muchos, solo llega cuando estás trabajando, cuando eres tierra fértil para recibir y aprovechar los estímulos

3.- No esperan nada a cambio. Lo que las motiva es hacer, crecer, sentir, ver cómo pueden generar cambios y transformaciones que impacten positivamente a otros

4.- Son mejores personas. ¿Por qué? Porque apalancadas en la inspiración, desarrollan la creatividad, la atención, la reflexión, la capacidad de logro y la autocompetencia

5.- Tienen mejor autoestima. Dado que están equilibradas, que gozan de bienestar emocional, se sienten más positivas, listas para asumir los retos de la vida, para transformar su realidad

Ahora, la pregunta del millón: ¿y la inspiración, para qué?

No estamos en este mundo por casualidad: nos fue encomendada una tarea, llegamos acá con un propósito que no es otro que servir a otros, que ayudar a los demás. Todo, absolutamente todo lo que la vida nos brinda, nos es concedido en función de esa tarea, de ese propósito. Son herramientas necesarias para ejecutar esa encomienda que nos fue otorgada.

Porque, y este es el mensaje que quiero transmitirte en este contenido, la inspiración solo tiene sentido cuando la utilizamos para compartir con otros lo que la vida nos ha dado. El conocimiento, las experiencias, el aprendizaje de los errores y el fruto de los dones y talentos. Todos ellos son recursos destinados a causar un impacto positivo en la vida de los demás.

¿Cómo hacerlo?

Lo primero, ser auténtico, ser tú mismo. Nada de seguir el libreto de otros, aunque es válido, y muchas veces necesario, seguir el modelo de otros que ya están donde tú quieres estar. En segundo lugar, olvídate de aprender un bonito discurso y recitarlo por doquier: para inspirar, nada mejor, nada más poderoso, que el ejemplo a partir de tus valores, de tus principios.

En otras palabras, que sean tus hechos, tus acciones, las que hablen por ti. Por supuesto, esto implica que debes ser coherente: que tus acciones se correspondan con tus dichos, porque de lo contrario carecerás de credibilidad. Tercero, sé humilde: recuerda que el mejor maestro es, en esencia, un eterno aprendiz. Nunca dejes de aprender, porque si no te estancarás.

Cuarto, trabaja con pasión y, sobre todo, en aquello que te apasiona. Esto es muy importante porque solo si disfrutas lo que haces estás en capacidad de inspirar a otros. Quinto, sé agradecido con la vida y con los otros, porque es una bendición estar del lado de los que dan, de los que tienen qué dar, y no del lado de los que necesitan, de los que están urgidos.
Desde el primer día de vida, y mientras dura nuestra existencia, los seres humanos estamos en un permanente proceso de aprendizaje. Y la mayoría de las veces aprendemos a partir del ejemplo que nos brindan otros, en especial de aquellos que nos inspiran. Inspirar a otros es ser luz, ser guía, una inmensa bendición, una increíble responsabilidad que nos ofrece la vida.

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