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¿Tus relaciones no son armónicas? Quizás careces de inteligencia social

Es muy probable que los conozcas como “el alma de la fiesta”. Son esas personas que caen bien de entrada, que a pesar de no pertenecer a ese ámbito o grupo son bien aceptadas desde el comienzo. Atraen la atención, aun sin desearlo, sin proponérselo, y gracias a la empatía conectan rápida y poderosamente con otros. Parecen una especie distinta.

Mientras, hay otras personas, la mayoría, que por más que se esfuercen les cuesta entrar en grupos nuevos. La primera impresión que proyectan suele ser negativa y la reacción de los demás es oponer resistencia, levantar obstáculos. ¿Por qué? Porque hay desconfianza, porque, por razones que a veces no se pueden explicar, esa persona nueva es mal vista.

¿Por qué la diferencia? ¿Por qué unos encajan rápido y otros, simplemente, no pueden hacerlo? ¿Es un don concedido a solo unos pocos? ¿Es aprendido? La verdad es que se trata de una habilidad. Es decir, “Gracia y destreza en ejecutar algo que sirve de adorno a la persona, como bailar o montar a caballo” o “capacidad o disposición para algo”, según el diccionario.

En la práctica, en la vida real, esa habilidad les permite a algunas personas establecer relaciones no solo con rapidez, sino también duraderas, saludables y productivas. Una habilidad que, especialmente en este mundo moderno, es indispensable para generar un impacto positivo y, por supuesto, para conseguir los objetivos que nos trazamos.

En todos y cada uno de los ámbitos de la vida. Porque cuando desarrollas y potencias esta habilidad obtendrás mejores resultados en las relaciones personales, en las sentimentales, en las laborales, en fin. Relaciones que se traducen en un intercambio de beneficios, en un win-win, un gana-gana. Estas personas son como imanes que atraen lo que desean.

¿Cómo lo hacen? Es producto de la inteligencia social que desarrollaron. ¿Sabes en qué consiste? Este término fue acuñado en 1920 por el sicólogo y pedagogo estadounidense Edward L. Thorndike, el precursor de la psicología conductista en ese país. Sus principales aportes a la ciencia fueron el aprendizaje por ensayo/error y la ley de efecto sobre el comportamiento.

Más adelante en el tiempo, el también sicólogo estadounidense Howard Gardner, junto con su equipo de trabajo en la Universidad de Harvard, formuló la teoría de las inteligencias múltiples. Gardner propuso que la vida humana requiere del desarrollo de varios tipos de inteligencia, que tiene tantos admiradores como detractores.

En esencia, según Gardner, son ocho los tipos de inteligencia: 

1.- Lingüística, la capacidad de desarrollar el lenguaje y comunicarnos con otros de diversas formas (no solo oral)
2.- Lógico-matemática, que se vincula al razonamiento lógico y a la capacidad de resolución de problemas matemáticos

3.- La espacial, que nos permite percibir el mundo y lo que nos rodea desde varias perspectivas, con gran imaginación

4.- La musical, por la que algunas personas tienen la capacidad de aprender a interpretar con maestría uno o más instrumentos musicales

5.- La corporal y cinestésica, indispensable para expresar emociones y sentimientos a través de los movimientos del cuerpo

6.- La intrapersonal, necesaria para aprender a gestionar las emociones, para ejecutar el autocontrol y mantenernos enfocados en el objetivo propuesto

7.- La interpersonal, que consiste en la capacidad de percibir en otros algo más de lo que los sentidos pueden captar, a través de la empatía

8.- La naturalista, por medio de la cual interactuamos y disfrutamos del entorno que nos rodea, como la naturaleza, los animales o el clima

Luego, en 2006, el reconocido sicólogo y escritor Daniel Goleman, autor de varios libros récord de ventas, cerró el círculo. Si nos enfocamos en los demás, nuestro mundo se expande. Los problemas propios se desplazan hacia la periferia de la mente y, por lo tanto, parecen más pequeños, y aumentamos la capacidad de conexión, o acción compasiva, dijo.

Como podrás imaginar, no es una definición que los ponga de acuerdo a todos, pero sí una que es muy aceptada en círculos científicos. Y que, además, la vida real confirma. ¿Por qué? Porque, seguro lo has experimentado, cuando utilizas esta habilidad, la inteligencia social, en tu vida hay paz, tranquilidad, bienestar, prosperidad y abundancia.

Ahora, no sobra hacer hincapié en algo: la inteligencia social es tan solo una de las piezas del rompecabezas. ¿Entiendes? Es decir, por sí misma, ella sola, no te brindará el bienestar que deseas. Debes complementarla con otras inteligencias, con habilidades distintas, que dependerán básicamente de qué haces, en qué entorno te encuentras y con quién.

La teoría de Goleman sobre la inteligencia social fue expuesta en el libro Inteligencia social: la nueva ciencia de las relaciones humanas, publicado en 2006. Allí explica que por la educación que recibimos, el entorno que nos rodea, la personalidad que construimos y, por supuesto, las creencias y los miedos, a veces no desarrollamos esta habilidad.

Que es absolutamente indispensable en este mundo moderno en el que las relaciones son cada vez más difíciles. Si eres padre de un menor o un adolescente, me entenderás, sin duda. La brecha entre las generaciones se incrementó y cada vez es más complicado conectar con los jóvenes. Sin embargo, también sucede con todo tipo de personas.

Por eso, justamente por eso, aprender cómo desarrollar la inteligencia social es una tarea que cualquier ser humano debe emprender en algún momento de su vida. Y nunca es tarde, por cierto. Eso sí, cuanto más pronto lo hagas, mayor será el beneficio porque comenzarás a disfrutar sus beneficios de inmediato y a largo plazo. ¿Ya comenzaste?

Si no lo has hecho, quizás es porque no sepas cómo hacerlo. Te revelo unas claves:

1.- Dado que es una habilidad, la inteligencia social se aprende. El ser humano incorpora todo lo que requiere, pero debe activarlo, armar el rompecabezas. La base la componen tres elementos: el autoconocimiento, la empatía y la lectura de las emociones externas. Por supuesto, no es un aprendizaje que se dé de un día para otro: es un proceso.

2.- El entorno, o contexto social, en el que vivimos determina nuestra inteligencia social. Por lo tanto, es crucial conocer y entender roles sociales, costumbres, creencias, formas de interacción con otros o idiosincrasia del lugar donde nos encontramos. Solo así es posible evitar el continuo choque con todo y con todos que te quita la paz y la tranquilidad.

3.- Contar con buenas habilidades comunicativas es imprescindible en este aspecto. El lenguaje, en sus diferentes manifestaciones, es la  herramienta básica para conectar e interactuar con los demás, así que debemos dominarlo, controlarlo. La asertividad, la escucha activa y el silencio son ingredientes esenciales de la fórmula del éxito.

4.- Cada vez más, la vida moderna nos exige capacidad de adaptación y flexibilidad al cambio, que es la constante en todas las actividades en las que nos involucramos. Por supuesto, también en las relaciones. Esto implica adaptarse también al entorno y saber cómo actuar de acuerdo con las circunstancias, para que la interacción sea productiva. 

5.- Cuando hablamos de “comunicarnos con otros” o de “interactuar con otros” lo primero que se viene a la cabeza es la idea de “hablar”. Sin embargo, la inteligencia social nos enseñó que consiste, más bien, en escuchar. Sí, en silencio, con atención, con una actitud proactiva que promueva el diálogo, lo enriquezca y facilite el intercambio de beneficios.

6.- Otro aspecto fundamental de la inteligencia social es la marca personal. Mostrarte auténtico, tal y como eres, te ayudará a establecer sólidas relaciones. Recuerda que nadie, absolutamente nadie, es perfecto y, por ende, no tienes que fingir o utilizar máscaras. La transparencia es una de las cualidades más valoradas y escasas del ser humano.

7.- Una de las habilidades complementarias de la inteligencia social es la sensibilidad. Se trata de la facultad para experimentar sensaciones producidas por causas internas o externas que conectan con las emociones. La sensibilidad parte de la empatía y de la escucha activa, al igual que de la observación, y crea vínculos poderosos con otros. 

8.- Otro refuerzo para la inteligencia social es la claridad. ¿Sabes en qué consiste? Es aquella capacidad del ser humano para expresar de manera sencilla, asertiva e impactante sus ideas y pensamientos. El arma secreta de la claridad es la persuasión, es decir, crear mensajes que conecten con las emociones de otros y generen una acción específica.

9.- Quizás no sea un concepto familiar para ti, pero la comunicación sincrónica es una de las habilidades más preciadas. ¿Habías oído hablar de ella? Es la capacidad para entablar diálogos o conversaciones con otras personas, inclusive con desconocidas, de manera civilizada, a través del valioso intercambio de conocimientos y experiencias. 

10.- Por último, dos valores fundamentales: el respeto y la confianza. Cuando los demás te perciben como alguien que practica estas dos cualidades, te abren las puertas de su vida y te permiten entrar: ¡no los defraudes! Y lo mismo ocurre en el ámbito laboral, en el que en muchas ocasiones, tristemente las relaciones están condicionadas por la conveniencia.

Según el estudio Future Work Skills 2020 del Institute for the Future (IFTF), la inteligencia social es una de las 10 habilidades más importantes que las personas, todas, necesitarán desarrollar en la siguiente década para sobresalir en el mercado laboral. Sin embargo, como ya mencioné, esta habilidad es transversal: se requiere en todos los ámbitos de la vida.
La próxima vez que sientas que no encajas en un ambiente, en un grupo, que generas rechazo o prevención, es porque llegó el momento de mirar hacia tu interior y establecer si practicas la inteligencia social. Ten en cuenta, eso sí, que como cualquier aprendizaje es un proceso a largo plazo que, además, requiere ajustes: cambia, todo cambia…

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