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El autoconocimiento: la más apasionante y emocionante aventura que puedas vivir

Para ti, ¿cuál sería la aventura más arriesgada a la que te lanzarías? ¿Tirarte en paracaídas desde 3.000 pies de altura? ¿Escalar una montaña ochomil? ¿Irte de rafting? ¿Lanzarte en un parapente desde una montaña elevada? ¿Salir de safari? Todas esas opciones lucen interesantes, al punto que miles de personas eligen alguna como su pasatiempo.

Honestamente, no he practicado ninguna de esas. Quizás algún día me arme de valor y pruebe una. Sin embargo, tengo la autoridad moral para contarte de una aventura más arriesgada que las anteriores. Tanto, que la mayoría de las personas dice “No, gracias”, cuando la vida le presenta la oportunidad. La verdad, ¡no saben lo que se pierden!

¿Sabes a qué me refiero? A la aventura de explorar tu interior, ir hasta tus profundidades y descubrir en realidad quién eres. Parecido a internarte en unas cavernas oscuras llenas de misterios y peligros, pero con una diferencia: la recompensa. Una vez te inicias en este apasionante camino del autoconocimiento y descubres tu interior, ¡te volverás adicto!

Aunque se trata de un término que ha ganado popularidad en los últimos años, hay algo curioso: no está en el diccionario. Raro, ¿cierto? Y si le preguntas a Mr. Google, te ofrece una variedad de opciones. No importa: no se trata de lograr consenso o estar de acuerdo con otros, porque este es un tema que solo te concierne a ti, que solo depende de ti.

Una definición que me gusta es “la habilidad de conectarse con nuestros sentimientos, pensamientos y acciones. Tener autoconocimiento también significa reconocer cómo nos perciben otras personas. Las personas que se conocen a sí mismas reconocen sus fortalezas y desafíos. La hallé en un artículo de Understood.com y me pareció muy acertada.

En su libro 15 leyes imprescindibles del crecimiento, John C. Maxwell, uno de mis mentores, nos dice lo siguiente sobre el autoconocimiento: Para crecer, (una persona) debe conocerse a sí mismo: sus puntos fuertes y sus debilidades, sus intereses y oportunidades. Tiene que ser capaz de evaluar no solo dónde ha estado, sino también dónde se encuentra ahora, o de lo contrario no podrá establecer un curso hacia dónde dirigirse”

Y agrega: “Y claro está, cada vez que quiera aprender algo, debe ser capaz de tomar lo nuevo que ha aprendido hoy y construir sobre lo que aprendió ayer para seguir creciendo. Esa es la única manera de conseguir tracción y seguir desarrollándose a usted mismo. Para desarrollar su  potencial, debe saber dónde quiere ir y dónde se encuentra ahora. Sin estas dos partes de información, está destinado a perderse. Conocerse a sí mismo es como leer ‘Usted está aquí’ en un mapa cuando quiere encontrar el camino hacia algún lugar”.

En términos muy sencillos, el autoconocimiento es el conocimiento de sí mismo. No lo superficial, por supuesto, sino lo esencial, aquello que está en tus profundidades, allí donde poco exploras. Un concepto que está estrechamente relacionado otros como la autoestima, el respeto, la confianza, la aceptación, la tolerancia y el compromiso.

Aunque todos, prácticamente todos los seres humanos decimos conocernos “muy bien”, caemos en la primera prueba, una sencilla. Y a casi todos nos ocurrió: cuando acudimos a una entrevista de trabajo y sueltan la preguntas como “¿Cuál dirías que es tu principal virtud?” o “Háblame de tus defectos: ¿cuáles son?”.  La respuesta es silencio sepulcral.

La verdad es que no nos conocemos porque no nos enseñan la importancia de hacerlo, por un lado, o simplemente porque cuando somos conscientes y autónomos nos da miedo. Un miedo que surge, principalmente, lo que nos dicen otros: “eres perezoso”, “eres torpe”, “no sirves para nada”, “tu hermana es más inteligente que tú” y otras por el estilo.

Son afirmaciones dolorosas que de tanto escucharlas se grabaron en nuestro cerebro, que las trae a colación cada vez que se enfrenta a una situación comprometedora. ¿Te das cuenta de la magnitud del problema? El cerebro utiliza esas afirmaciones, casi siempre negativas y destructivas, como mecanismos de defensa. ¡Y las refuerza todavía más!

Eso nos lleva a una situación que conocemos como “dormir con el enemigo” o llevar el enemigo dentro de nosotros. Es esa traviesa y molesta vocecita que aparece de manera recurrente y se convierte en el obstáculo que te impide cumplir tus sueños. Si no puedes desterrarla, sacarla de ti, terminarás enredada en un terrible círculo vicioso sin fin.

Que, tristemente, es lo que les sucede a la mayoría de las personas que no desarrollan la habilidad del autoconocimiento. El problema es que intentamos aprenderla en el peor de los momentos: cuando autoestima está baja, cuando la desconfianza está alta, cuando los errores repetidos nos atormenta, cuando los demás nos desaprueban con sus críticas.

Es lógico que en esas condiciones nos resulte imposible explorar nuestro interior: nos da pavor pensar en lo que podemos encontrar. Eso, pavor, fue exactamente lo que sentí el día en que emprendí la apasionante aventura del autoconocimiento, por sugerencia de mis mentores. Fue difícil, muy difícil, dar el primer paso, pero una vez lo di ya no me detuve.

¿Qué encontré? La verdad, un poco de todo. Algo que ya conocía y algo que desconocía absolutamente y que me sorprendió gratamente. Entendí cuál era el origen de mis miedos, cuáles eran las heridas que necesitaban sanar y de qué forma unos y otras me impedían construir la vida próspera y abundante que deseaba. Fue, te lo confieso, algo liberador.

También me di cuenta de que poseía un poder ilimitado que no aprovechaba. Gracias al conocimiento y al autoconocimiento, identifiqué de cuáles herramientas disponía y cuáles me hacían falta y debía adquirir y también me descubrí como una persona con principios, valores y un cúmulo de virtudes y fortalezas que estaban dormidas. ¿Qué hice? Las desperté.

Descubrí, también, que Lucy Escobar es una buena mujer y por fin pude establecer cuál es el propósito de mi vida, la razón por la cual llegué a este mundo. No fue algo que se dio de la noche a la mañana, porque se trata de un proceso, pero puedo decirte que una vez salí de esa etapa ya era otra persona. Y me dediqué a construir la vida que deseaba y a servir.

La lección más poderosa de esa aventura de autoconocimiento, de introspección, fue que pude ser consciente del ser maravilloso que hay en mí, una obra perfecta de Dios. Y lo digo con humildad, con gratitud divina. Con esa información, logré armar el rompecabezas y comenzar el camino de una nueva vida, una creación de la cual hoy me siento orgullosa.

¿Quieres saber cómo empecé, cómo lo logré? Vamos, veamos:

1.- Aceptación. No eres una persona perfecta. ¡Y nadie lo es! Así que no te abrumes, no te obsesiones con esa idea que solo te lleva a generar una expectativas muy altas que son difíciles de cumplir. Mírate con amor, como lo que eres: una obra suprema de la naturaleza. Quiérete, porque eres lo mejor que posees, todo lo que posees.

2.- Comprensión. Somos condicionados desde el día que nacemos por lo que otros, en especial nuestros padres y familiares cercanos, graban en nuestra mente. Comprender el ambiente en que crecimos, el origen de las creencias y de los comportamientos de las generaciones anteriores te ayudará a entender por qué eres así, y sanar tu interior.

3.- Compromiso. Asumimos una gran cantidad de responsabilidades y deberes para con los otros, pero nos olvidamos de nosotros mismos, nos ponemos de últimos en la fila de las prioridades. No es egoísmo pensar en ti, comprometerte con tus sueños, con ese plan de vida que anhela, con los retos que te impones. Sé generoso contigo mismo.

4.- Cuidado. Ya lo mencioné: tu cuerpo es todo lo que tienes, lo mejor que te fue entregado. Cuídalo, cultívalo, fortalécelo. Y haz lo mismo con tu mente: rétala, sé curioso y enséñale a salir de la comodidad. Sé cuidadoso también de lo que consumes: alimentos, mensajes, ideas, sentimientos. Recuerda: solo puedes dar lo que está dentro de ti.

5.- Valórate. Aunque a veces te cueste percibirlo, apreciarlo, sé consciente de todo lo bueno que hay en ti. Sí, también tienes defectos que otros te remarcan, pero no permitas que eso te impida ver el cúmulo de virtudes, de habilidades que posees, todo tu potencial. Utiliza un lenguaje amoroso, positivo e inspirador para comunicarte contigo mismo.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que la vida te dio también las herramientas necesarias para cumplir con la tarea del autoconocimiento. ¿Cuáles? La autoestima, el respeto, la confianza y la tolerancia. En la medida en que hagas uso de ellas, llegar hasta tus profundidades no solo será más fácil, sino que también será una aventura increíble.

Ahora, debes entender que el autoconocimiento es un proceso. Eso significa que es un proceso que no se da de la noche a la mañana. De hecho, comienza el día que naces y termina el día que te vas de este mundo. Por eso, sin duda, la única forma de conectar contigo mismo es trabajar día a día. Recuerda: la sumatoria acciones sencillas produce grandes resultados.

¿Cuáles son esas herramientas?

1.- La curiosidad. Este, seguro lo sabes, es el motor del conocimiento del ser humano. Desde el día en que nacemos, la curiosidad nos impulsa a explorar, a interactuar con el entorno que nos rodea, a descubrirlo. Cuestiónate, interrógate, intenta identificar el porqué de lo que eres y de como eres. Ve hasta tus profundidades, ¡sorpréndete!

2.- Tu propósito. ¿A qué viniste a este mundo? ¿Ya lo sabes? ¿Te sientes feliz como eres? ¿Sabes a dónde vas? ¿Sabes en dónde estás justo ahora? ¿Visualizas ese futuro? La clave de la felicidad en la vida es vivir el presente, el hoy, pero es inevitable conectarlo con el futuro, con ese mañana que siempre nos genera ilusión, curiosidad y, también, ansiedad.

3.- Tus emociones. Son una importante fuente de autoconocimiento. Nos permiten saber cómo nos comportamos, cómo reaccionamos a determinados estímulos, en qué momentos o circunstancias nos sentimos débiles, cuáles son nuestras fortalezas. Cultiva la inteligencia emocional y, sobre todo, no permitas que las emociones jueguen contigo.

4.- Medita. La meditación es una profunda, sincera y descarnada conversación contigo mismo y te ayuda a despojarte de tus miedos, de tus prevenciones. Es una técnica que, además, te permite entenderte, aceptarte más allá de tu imperfección. Te conecta con tu esencia y, lo mejor, te aleja del condicionamiento que surge de lo que otros piensan de ti.5.- Gózate (autoestima). Lo mencioné antes y lo repito ahora: eres lo mejor que tienes, el regalo más grande y valioso que la vida te dio: ¡gózate! Ríete de ti mismo, sé auténtico, sé feliz como eres, aunque seas consciente de que debes mejorar. Vida solo hay una y no sabes hasta cuándo estarás en este mundo, así que tu principal tarea es disfrutarla.
La aventura más apasionante que puedas vivir es aquella de explorar tu interior, ir hasta tus profundidades y descubrir en realidad quién eres . Haz a un lado el miedo, intérnate en las oscuras cavernas de tu interior y recibe la maravillosa recompensa del autoconocimiento. Solo así podrás comprender que eres una genial, única e irrepetible creación de la naturaleza.

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