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¿Sabes a que llegaste a este mundo? A cuidar de ti y ser feliz

Cuando hablamos de felicidad (o de éxito, por ejemplo), la dificultad que surge es que cada uno tiene una definición propia, diferente de la del resto de personas. Y, además, se trata de una definición que cambia con el tiempo: lo que nos hace felices en la niñez o en la época de la universidad no es lo mismo que nos brinda felicidad de adultos.

Por otro lado, tenemos una idea distorsionada de lo que es la felicidad, una idea que es condicionada tanto por el entorno en el que nos hallamos (familia, amigos, trabajo, pareja), como por los mensajes que recibimos del exterior (redes sociales, medios de comunicación). Por otro, entendemos la felicidad como un punto final, y no es así.

Pero, vamos por partes. La felicidad, quizás ya la vida se encargó de enseñártelo, no está en los bienes materiales, como tampoco en un cargo o posición dentro de una empresa, en la cantidad de seguidores que tienes en internet o en lo que otros dicen de ti. Nada de eso es felicidad y, más importante, nada de eso te va a aportar la felicidad que deseas.

Así mismo, el concepto de felicidad que hemos aprendido está equivocado. ¿Por qué? Porque la asumimos como un destino, como la cima de una escarpada y elevada montaña que queremos escalar, cuando en realidad se encuentra en el camino, a lo largo del trayecto que nos fue concedido. La felicidad no está en el resultado, sino en el proceso.

¿Eso qué quiere decir? Que la felicidad, bendito sea Dios, está en todas partes. En la belleza de las flores de tu jardín, en el latido cariñoso de tu mascota, en el sol que entra por tu ventana, en el abrazo de tu hijo, en el beso de tu pareja, en la canción que cantas mientras estás en la ducha. ¿Entiendes? La felicidad está en cada instante, en el momento.

Y algo importante: el principal error de la concepción de felicidad que tenemos es pensar que está afuera y debemos ir a buscarla. La verdad es que la felicidad está en ti. Sí, en lo que piensas, en lo que sientes, en lo que crees, en la forma en que tratas a los demás, en el propósito de tu vida, en tu capacidad para servir sin esperar nada a cambio.

Lo que sigue quizás te cause curiosidad, pero es la realidad: el ser humano, todos, cualquiera, nace feliz. El problema es que no lo percibimos, no nos damos cuenta, y más bien nos dedicamos a hacer caso de lo que otros nos dicen. Y buscamos felicidad en una prenda de vestir, en un teléfono, en un auto, en una posición, en un reconocimiento.

Y quizás, por aquella distorsión que mencioné antes, creemos que somos felices así. Sin embargo, es tan solo una ilusión que, por supuesto, se desvanece. Porque la prenda se rompe, el teléfono se daña, el auto se vende y la posición y en reconocimiento se pierden. Si eso es tu felicidad, entonces, ¿qué te queda después? No, eso no es la felicidad.

La felicidad no está afuera, no está en los demás, no está en ningún bien material. Tu felicidad está determinada por el propósito de tu vida, siempre y cuando esté conectado con tus dones y talentos, con tus pasiones, si te dedica a lo que amas. Y, sobre todo, si eso que haces redunda en un impacto positivo en la vida de otros. El legado es tu felicidad.

Por supuesto, para poderles dar al mundo y a otros algo valioso, algo que les sea útil y que los inspire, primero debes construirte como persona. Eso significa, en primera medida, ser tu prioridad. Que no es egoísmo, como piensan algunos, sino responsabilidad. ¿Por qué? Porque tú, tu cuerpo, es todo lo que te ha sido concedido y tu deber es cuidarlo.

Por las enseñanzas que recibimos, por los mensajes que nos transmite el entorno, son muchas las personas que creen que la mejor inversión es la finca raíz, o las criptomonedas, o la bolsa de Nueva York. Sin embargo, quienes piensan eso están equivocados. La mejor inversión, la más rentable, la única que en últimas vale la pena, es la que haces en ti mismo.

¿Lo sabías? Invertir en tu salud, en tu conocimiento, en tu bienestar, en tus aficiones, en tu gente (las personas de tu entorno), en tu comunidad, en tu mundo. Lo que das, en especial si lo das desinteresadamente, sin esperar nada a cambio, regresa a ti multiplicado de mil y una formas maravillosas. Sí, una lluvia de bendiciones que la vida reserva para ti.

No existe mayor satisfacción que mirar hacia atrás y darse cuenta de que uno ha crecido en autocontrol, criterio, generosidad y acciones desinteresadas, dijo Ella Wheeler Wilcox, una prolífica poeta y periodista estadounidense que vivió en la segunda mitad del siglo XIX. No sé a ti, pero a mí se me antoja que esa es una buena definición de felicidad.

Está bien destinar tiempo y lo que somos para el cuidado de otros, para compartir con otros. Al fin y al cabo, somos una especie social, que necesita de los demás. Sin embargo, esa no puede ser toda tu vida, no puedes dedicar tu vida a los demás porque tarde o temprano lo pagarás. Primero siembra en tu interior y, una vez coseches, ¡compártelo!

Esta son algunas formas de cuidarte, de cultivar tu interior, de ser tu prioridad:

1.- El contacto físico. Lo dicho: tu cuerpo es el bien más preciado que te fue otorgado y se espera que lo cuides bien. Conecta con sus necesidades, aprende a escuchar e interpretar sus mensajes, mímalo. Date un baño en agua caliente, ve al spa por un masaje, vístete con prendas que te hagan sentir bien y, lo más importante, abrázate a ti mismo (fuerte)

2.- Las afirmaciones. Cuando digo “tu cuerpo” me refiero también a tu mente. Que también debes cuidarla, cultivarla, enriquecerla. Ten cuidado con la clase de mensajes que le envías, porque es muy poderosa y aprende rápido. Escribe pequeñas afirmaciones positivas en un papel y recítalas frente al espejo cada mañana: ¡te sorprenderá el efecto!

3.- Tiempo de calidad. La soledad es uno de los mayores miedos del hombre a través de la historia, pero es una percepción equivocada. ¿Por qué? Porque mientras te tengas a ti mismo, ¡nunca estarás solo! Destina tiempo de calidad para ti, descansa, haz lo que te gusta sin remordimientos, como tus platos favoritos, ríe y no olvides conectar con tu interior

4.- Servir. En el fondo, la única razón por la cual llegamos a este mundo fue porque se nos encomendó una tarea al servicio de los demás. Tu deber es descubrir cuál es (tu propósito) y llevarla a cabo con alegría, fielmente. Recuerda a la Madre Teresa de Calcuta: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Todo lo que des a los demás, la vida te lo compensará

5.- Celebra la vida. ¿Eso qué significa? Consiéntete. No olvides que eres tu prioridad. ¿Te gusta el chocolate? Compra uno y cómelo, sin excesos. Data gustos de esos que le alegran tu día, que lo hacen inolvidable. Esa camisa, ese computador, ¡cómpralos y disfrútalos! Ese viaje que tanto has soñado, ¡realízalo! Demostrarte amor cada día redundará en bienestar

Recuerda que implementar estas sencillas acciones te ayudará a conectar contigo, a convertirte en tu mayor apoyo y en tu principal fuente de amor y validación. Amor que luego podrás compartir con los demás, con la naturaleza, y retornará a ti en forma de mil y una bendiciones multiplicadas. Cuidar bien de ti es la mejor manera de agradecer la vida.

Y esa gratitud, además, es una fuente inagotable de felicidad. Una felicidad que, lo he mencionado, surge de ti. Ahora, está claro que no hay normas establecidas para ser feliz, que no existe un libreto o una guía que puedas seguir. De lo que se trata es de descubrir qué te hace feliz y concentrarte en esa tarea con pasión. Estas acciones sencillas te ayudarán:

1.- Crea tu ambiente. En tu cuarto de dormir, en el de trabajar, en el de ver la tv, que cada uno de estos espacios te represente y, sobre todo, que te sientas cómodo. Dales tu estilo

2.- Relájate. Siempre hay un momento, al menos 5-10 minutos al día, para bajar las revoluciones, para desconectarte de lo material, tomar un café y disfrutar en silencio

3.- Sonríe. La risa es un remedio infalible: cura la ansiedad, el estrés, la impaciencia. Mira películas cómicas en tv, oye un programa de radio, juega con tu mascota. Ríe, ríe mucho…

4.- Sé selectivo. Aléjate de personas y/o ambientes (recuerdos) tóxicos que llenen tu mente de pensamientos negativos. Poner límites también es pensar en tu salud

5.- Cultiva relaciones. Sí, con personas que compartan principios y valores contigo, que tengan pasiones similares, que te permitan ser auténtico y que te ayuden a ser feliz

6.- Haz ejercicio. No solo porque el ejercicio es salud, sino porque te ayuda a liberar tensiones, a aclarar la mente, a fortalecer la autoestima y a sentir que estás vivo

7.- Escúchate. Tu cuerpo y tu mente te hablan de múltiples formas y tu deber es escucharlos atentamente. Si no lo haces, sus gritos convertirán tu vida en un infierno

8.- Conecta con la naturaleza. Es fuente inagotable de paz, de bienestar. Camina al aire libre, aprecia las flores, refúgiate en la sombra de un árbol, aclama la imponencia del mar

9.- No te culpes. Y menos cuando es porque te pusiste como prioridad de tu vida. Es la mejor forma de cuidarte, de amarte. No corras el riesgo de perderte por darte a otros

10.- Ora. No para pedir, sino para agradecer. La gratitud es la semilla de las bendiciones que la vida tiene reservadas para ti. La oración te hará más humano y un mejor humano
Nadie, absolutamente nadie más que tú, es responsable de tu felicidad. No culpes a los demás si no la consigues, porque ya sabes que está dentro de ti y solo tú la puedes activar. No llegaste a este mundo a atesorar bienes materiales o riqueza, a ocupar un cargo o a ser famoso: la tarea que se te encomendó fue la de ser feliz para hacer felices a otros más…

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