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¿Sabes quién eres? Descúbrelo con el eneagrama de la personalidad

¿Te ha sucedido que un día, uno cualquiera, te paras frente al espejo y no reconoces a la persona que está al frente? Eres tú, pero en el fondo no sabes quién es. No te preocupes, pues es algo que nos ocurre a todos en algún momento de la vida. Además, no caigas en la trampa de percibirlo como un problema y, más bien, míralo como una oportunidad.

¿Por qué? Porque los seres humanos, todos, somos una mezcla. ¿De qué? De los distintos tipos de personalidad que han sido establecidos por la ciencia. Por costumbre, solemos distinguir entre personas introvertidas o extrovertidas, pero esa es una clasificación muy básica. Y, seguro lo sabes, los humanos somo una especie algo más compleja.

Quizás recuerdes que, cuando eras un niño, algunas personas te decían que eras idéntico a tu padre; otras, que eras exacto a tu madre y algunas más, a tu abuelo o a algún tío. ¿Y sabes qué? Todos tenían razón. Porque, en últimas, los seres humanos, todos, somos como un rompecabezas que la vida caprichosamente creó bajo un modelo único e irrepetible.

Fascinante, ¿cierto? Por supuesto, no es preciso ese concepto de “eres igual a…” o “eres exacto a…”, porque nadie es “igual” o “exacto” a otro, solo que tienes rasgos similares. Luego, la vida te da apasionante oportunidad de ser tu propio escultor. ¿Eso que significa? Que puedes convertirte en lo que desees, en una obra única, exclusiva, que no se puede copiar.

¿Cómo lo haces? A partir de lo que la vida te ha dado, de los genes, y de lo que aprendes, conocimiento formal, experiencias, errores y, claro está, la imitación de modelos que te inspiran. Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que somos una construcción que nunca se termina, que nunca está completa: nos transformamos, evolucionamos constantemente.

A medida que disponemos de más herramientas, de más conocimiento, o que tenemos la oportunidad de interactuar con personas diversas, en diferentes ámbitos de la vida, nos nutrimos. Se trata de un maravilloso proceso que, inclusive, nos permite reformular el proyecto y darle un nuevo rumbo, eso que las personas llaman “reinventarnos”.

Un término que, a mi juicio no es el adecuado. Más bien, lo llamaría “rediseñarnos”. ¿Por qué? Porque la reinvención implica comenzar de nuevo, desechando inclusive lo bueno que existe. En cambio, el rediseño respeta lo positivo, valora lo negativo y, a partir de ahí se dedica a construir una nueva versión más sólida, más completa, más flexible.

Ahora, la clave para conseguir este propósito es el autoconocimiento. Mal harías en intentar cambiar si no sabes en realidad cómo eres. ¿Qué cambiarías? ¿En qué aspectos te enfocarías? Sin autoconocimiento, la transformación o la evolución del ser humano no es posible o, de otra manera, es una aventura muy riesgosa que podría llegar a un destino inesperado.

Una de las herramientas de autoconocimiento más poderosas que existe es el eneagrama, que describe nueve tipos de personalidad. ¡Sí, nueve! Cada tipo de personalidad descrito cuenta con una forma particular de percibir y comprender el mundo. Así, entonces, los patrones de pensamiento, sentimiento y acción son diferentes en cada uno de ellos.

Sin embargo, no son excluyentes. ¿Eso qué quiere decir? Que se entrecruzan, que cada uno se relaciona con los demás y que, en la práctica, todos los seres humanos, sin excepción, tenemos alguna dosis de cada uno de estos nueve tipos de personalidad. Lo habitual es que haya uno o dos que predominen, pero los demás siempre están ahí.

El eneagrama es una estructura sicológica del ser humano, algo así como un mapa interior que nos permite comprender los diversos tipos de personalidad. Es información valiosa a través de la cual podemos entender cómo somos y por qué actuamos de determinada manera, cómo reaccionamos a distintos estímulos, lo que pensamos y lo que sentimos. 

¿Para qué sirve el eneagrama? Está concebido como un sistema de desarrollo personal muy preciso, basado en la toma de consciencia y la presencia en el aquí y ahora. Porque, y esta es otra característica apasionante, el ser humano cambia constantemente gracias al conocimiento, las experiencias y las interacciones con su entorno y el resto de la creación.

El mayor beneficio del eneagrama es que nos permite aceptarnos, entendernos y comprendernos. Recuerda: solo puedes ofrecerle al mundo, a los demás, lo que hay dentro de ti, lo que has cultivado en tu interior. Para poder brindarlo, sin embargo, primero hay que saber de qué dispones, cuáles son los recursos que posees.

En últimas, se trata de un espejo en el que vemos nuestros defectos y virtudes, los puntos más productivos y podemos establecer cómo potenciarlos. También, claro, cuáles son las debilidades en las que debemos trabajar para cumplir a cabalidad con la tarea de construir nuestra mejor versión. Como ves, el eneagrama es una poderosa y útil herramienta.

Ahora, ¿cuáles son los nueve tipos de personalidad? Veamos:

1.- El perfeccionista. Son personas de pensamiento rígido, obsesionadas con alcanzar la perfección en todo lo que hacen. El problema es que esa falta de elasticidad los lleva a sentirse superiores a los demás y a generar expectativas sobredimensionadas que, por supuesto, no pueden cumplir. Son compulsivas y metódicas, extremadamente críticas.

2.- El altruista. Son aquellas personas que están convencidas de que pueden salvar al mundo y, por eso, se dedican en cuerpo y alma a ayudar a todos, a cualquiera, de tantas formas como sea posible. ¿El problema? Viven en función de los demás y se ponen en el último lugar de las prioridades porque se sienten indispensables. También son manipuladoras.

3.- El triunfador. Para estas personas, el éxito lo es todo porque les permite obtener la atención, el reconocimiento y el respeto de los demás. El trabajo es su principal interés y son extremadamente competitivas (a veces, demasiado), lo que les genera rechazo. Para ellas, el fin (su éxito) justifica los medios, lo cual provoca la antipatía de su entorno.

4.- El individualista. También conocido como el melancólico o romántico. Para estas personas, las convenciones sociales no existen y siempre buscan ser “auténticas”. Viven en función de sueños que la mayoría de las veces son irrealizables y por lo general tienen baja autoestima. Asumen la vida como una representación teatral llena de emoción y drama.

5.- El investigador. O el observador. Son personas curiosas que se resisten a involucrarse con su entorno, de ahí que sus relaciones sean frías y conflictivas. Son racionales, poco emocionales, y reacias a hablar de sí mismas, de lo que piensan o sienten. Las obsesiona el respeto de su intimidad, de su espacio, así como la idea de saber cómo funciona el mundo.

6.- El leal. O el soldado. Son personas con claro apego a las normas y desconfiadas por naturaleza. Les cuesta trabajo desempeñarse en ambientes que no estén claramente delimitados porque su vida se rige por un libreto detallado paso a paso. Valoran la honestidad y la fidelidad y son cuidadosas a la hora de abrirse con quien no conocen.

7.- El entusiasta. También conocido como el epicúreo, es decir, aquel para quien la vida es para disfrutarla. Son personas soñadoras, delicadas y sensibles, que se ilusiona con los planes que trazan y luego los desechan ante la primera dificultad. Se caracterizan por huir de los compromisos, las situaciones que les provocan dolor o las que son conflictivas.

8.- El desafiador (o jefe). Su principal temor es llegar a ser controlado por otros. Para este tipo de personalidad, la prioridad es la autonomía, necesita sentirse libre. Suelen ser personas obsesivas del control y dedican muchos esfuerzos en hacer que quien obre mal pague las consecuencias. Tienen un alto sentido de la justicia y la defienden a capa y espada.

9.- El pacificador. También se le llama mediador por su exquisita habilidad para relacionarse con todos. Son personas que se incomodan con los cambios y que se apegan a las rutinas. Son complacientes y huyen de los conflictos o discrepancias a toda costa, aun de su propio bienestar. La paz mental y la tranquilidad son prioridades no negociables.

¿Cómo te fue? ¿Cuál es el tipo de personalidad que más te caracteriza? ¿Cuáles de los demás también tienen un peso importante en tu comportamiento? Quizás te diste cuenta de que en tu juventud eras un tipo y ahora, otro. Está bien, es lo normal, por aquello de la evolución, del crecimiento, del desarrollo personal. Lo importante es ser consciente de ello.

Identificar el eneatipo predominante de nuestra personalidad nos ayuda a reconocer los patrones automáticos que dirigen nuestra conducta. Cuando no somos conscientes de esto, actuamos de manera instintiva, reactiva, emocional. Nos ponemos a la defensiva y empleamos estrategias poco funcionales que solo contribuyen a enturbiar las relaciones.

Utilizar esta poderosa herramienta nos abre una puerta para tomar el control deliberado de nuestros pensamientos y acciones. Es decir, nos libera de la dependencia de los demás, evita que caigamos en la manipulación y nos recuerda cuán valiosos somos. Por supuesto, el poder de la herramienta radica en el uso que le das, en cómo y para qué la empleas.
La clave radica en que entiendas que eres una maravillosa creación de la naturaleza, única e irrepetible. Aunque poseas rasgos comunes con otros, nadie es como tú y ese es tu valor. Conocerte tan a fondo como sea posible será una apasionante aventura que te ayudará a entender y llevar a cabo tu propósito de vida, la misión que te fue encomendada.

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